No existen recetas exactas sobre cómo enseñar a los niños a ser felices, pero en nuestra labor como padres, madres, educadores y acompañantes de niños y niñas, nuestra principal prioridad debe ser enseñarles a ser felices. Y a ser feliz, se aprende.
Durante siglos la humanidad se ha devanado los sesos para encontrar la felicidad, desde Aristóteles y su eudaimonía hasta Schopenhauer y su eudemonología (imprescindible la lectura de su libro El arte de ser feliz). Hoy tenemos a grandes gurús de la felicidad, como Dan Gilbert, psicólogo e investigador de la Universidad de Harvard, cuya tesis podemos resumir de esta manera:
Los seres humanos infravaloran su propia resiliencia: no se dan cuenta de lo fácil que será cambiar su visión del mundo si ocurre algo malo. Constantemente sobredimensionan lo infelices que serán ante la adversidad.
Dan Gilbert habla del sistema inmune psicológico similar al sistema inmune que nos previene de enfermedades. Hay personas que son resilientes ante la peor tragedia. Otras personas se entristecen a la mínima.
Lo cierto es que el 75% de las personas vuelven a ser felices en los dos años posteriores al peor trauma que te puedas imaginar.
Gilbert señala las cuatro actividades cotidianas que más felicidad aportan a los adultos y que son gratis: practicar sexo, hacer ejercicio, escuchar música y charlar. Además asume que vivir experiencias (como viajar) aporta más felicidad que comprar cosas materiales. Y añade que todos los días tenemos que hacer cosas que nos hagan felices.Todo esto, extrapolado a los niños, simplemente nos indica que desde que son pequeños tienen que aprender a identificar el placer, qué cosas les hacen felices y aprender a reponerse de las cosas negativas que no estén bajo su control:
- Trabajar la inteligencia emocional: Saber controlar sus propias emociones, saber identificarlas y saber resolver las situaciones correctamente genera mucha tranquilidad en los niños que desarrollan estas destrezas, ya que mejoran sus habilidades sociales y se sienten más aceptados en su entorno. Aprender a manejar la rabia, la envidia, la ira o la tristeza es importante para que los niños se sientan seguros.
- Diversificar las pasiones: Enseñarles a tener sus aficiones y pasiones muy repartidas para que su fuente de felicidad no sea única. Tienen que aprender que nunca deben dejarlo todo por una sola cosa y que haya muchas personas a su alrededor a las que querer, familia, amigos de diferentes ámbitos, y que lo mejor es tener distintas aficiones y pasiones en las que volcarse, no solo una, para que si falla algo, no estemos perdiendo nuestra única fuente de felicidad.
- Aprender a pensar en positivo: buscar el lado bueno de todas las situaciones posibles. Todos los días, cuando preguntamos qué tal ha ido el día, hacemos tres preguntas: “Qué ha sido lo mejor del día de hoy?”, “¿Qué ha sido lo peor del día de hoy?” y “¿Qué ha sido lo mejor de lo peor del día de hoy?”. Fundamental para encontrar siempre el lado positivo a todas las cosas que ocurren y no dramatizar nunca.
- Pasar tiempo con las personas que queremos: pasar tiempo de calidad con la familia y con los amigos es fundamental para sentirse querido y disfrutar de las conversaciones y los juegos.
- Tener libertad: Los niños pequeños tienen que saber que son libres, que pueden jugar libremente y tomar decisiones en la medida de su edad y sus capacidades. Así se sienten más autónomos.
- Aprender a identificar lo que les hace felices, les gusta, les da placer, y hacerlo de vez en cuando. No se trata de comer todos los días chucherías, ni ver todos los días dibujos animados, si lo que da felicidad no es bueno para nosotros habrá que aprender a dosificarse: como dice Spinoza, el dominio y conocimiento de las pasiones es la clave de la felicidad. Si les gusta jugar con sus amigos, que casi todos los días puedan hacerlo, o que tengan un ratito para hacer lo que quieran y que trabajen la felicidad de forma cotidiana: que no todo sean rutinas, deberes, baños, cenas y a la cama.
- Fomentar la resiliencia: Aceptar que el cambio forma parte de la vida, que de todas las experiencias se puede aprender y nos ayudan a crecer, enseñarles a asumir que las cosas no salen siempre como uno quiere, ni todo está bajo nuestro control. También es importante trasmitirles que es normal sentirse mal si ocurre algo negativo y que ese sentimiento va a pasar y volverán a ser felices. Para esto es fundamental trabajar para que sean flexibles y tengan capacidad de adaptación.
- Enseñarles a relajarse: En la vida cotidiana no siempre salen las cosas como a uno le gustaría, ni está siempre en nuestra mano garantizarnos la felicidad, a veces el estrés puede ser una causa que nos impida alcanzarla. Por eso es fundamental enseñarles desde que son pequeños, técnicas de relajación. Nosotros practicamos mindfullnes y meditación y funcionan muy bien.
Y si llegamos a un punto en el que no está en nuestra mano ayudarlos, acudir a un especialista para que nos oriente. Poco a poco nuestra meta tiene que ser aprender cómo enseñar a los niños a ser felices, y que todos la vayamos practicando.
Fuentes:
El arte de ser feliz. Arthur Schopenhauer
Ethica Ordine Geometrico Demonstrata. Baruch Spinoza.
El hombre que tiene la receta para ser feliz
Cómo enseñar a un niño a ser feliz