Desde tiempos inmemoriales, se ha educado de forma muy limitada a los niños. “Llorar es de nenazas”, “jugar a las muñecas es de nenas”, “los niños no se ponen maquillaje”, “¡defiéndete!”, “Sé un HOMBRE”. ¿Y qué significaba ser un HOMBRE? Todas las personas lo sabemos. Porque en nuestro imaginario colectivo tenemos grabado a fuego cómo se supone que tiene que ser un HOMBRE.
El problema es que esa forma de ser un HOMBRE nos ha pasado factura toda la vida, a nosotras y a ellos. Hoy, debido a la gran conciencia social que empieza a despertar por culpa de casos como las violaciones en masa, o el #metoo, ha llegado el momento de replantearnos qué tipo de hombres queremos a nuestro lado. Porque hay muchas maneras de ser un niño y de ser un hombre, pero a ver cuándo nuestra sociedad les va a permitir ser libres, también a ellos, de ser como quieran ser.
Desde que son pequeños, nuestros niños reciben, a través de la educación que reciben en casa, en el colegio, en las relaciones con sus amistades, en los libros que leen, las películas que ven, la publicidad y los programas de televisión, estímulos y propuestas de cómo tiene que ser un chico, cómo se tiene que comportar y cómo tiene que sentir. Y estas son sus conclusiones:
- Que los niños no lloran.
- Que mostrar emociones y sentimientos es de débiles.
- Que la sensibilidad es cosa de niñas.
- Que las muestras de afecto y cariño son de niñas.
- Que los niños son valientes y no tienen miedo.
- Que los niños se salen con la suya y son poderosos.
- Que los niños no se ocupan de los cuidados ni de las tareas del hogar.
- Que los niños no ven películas ni leen libros con referentes femeninos empoderados.
- Que los niños son fuertes y duros.
- Que los niños no juegan con muñecas.
- Que los niños se pelean y son agresivos.
Algunos, van a ver diferenciaciones en su propia familia, en las relaciones de amistad, o en otros niños. Las referencias culturales que ellos tienen, les muestran exactamente lo mismo: los libros de colecciones donde los niños son fuertes y juegan al fútbol, viven aventuras, son intrépidos y son duros. Películas en las que los personajes masculinos salvan a las chicas, las rescatan y solucionan los conflictos. Los juguetes diferenciados que muestran que niñas y niños tienen habilidades, gustos e intereses diferentes.
¿Es posible que haya varones que no se identifiquen con ese modelo de chico duro y fuerte, que muestra su agresividad? ¿No les estamos privando de algo tan maravilloso como es la sensibilidad y la ternura? ¿No les estamos convirtiendo en seres narcisistas, que no tienen capacidad para escuchar a las mujeres, respetarlas y entenderlas? ¿En chicos que no sienten como responsabilidad propia los cuidados, ni el hogar?
Debemos analizar qué está haciendo mal esta sociedad para que nuestros hombres sean los principales responsables de las violaciones en masa, de las agresiones sexuales, del acoso, de los malos tratos y de la violencia machista. Este sistema que mantiene todas estas conductas y presiona para que se cumplan se llama heteropatriarcado. Y luchar contra él, significa ser feminista. Y querer que los niños y los hombres sean libres de sentir y de ser como quieran ser, ajenos a la presión que la sociedad ejerce sobre ellos para que cumplan las expectativas, también se llama ser feminista. Y tú, ¿eres feminista?